🤥 The great american history makeover

WASHINGTON, D.C. | AGO. 20 . 2025

ANTÍTESIS.

Foto: National Museum

¿Estamos viviendo la nueva versión de la distopía política que planteó George Orwell en 1984? Y no, no hablamos solo de Estados Unidos sino también de otras potencias como China y Rusia, donde el control, la vigilancia y las narrativas se convirtieron en la columna vertebral de lo que llaman el national capitalism. Y hablando de control… la guerra cultural contra los museos debería preocuparte, ¿quién controla la memoria colectiva? 

EL DÍA EN HEADLINES.

EL MURO FRONTERIZO AHORA SERÁ NEGRO.

La secretaria del Homeland Security, Kristi Noem, anunció que todo el muro en la frontera sur será pintado de negro, siguiendo la instrucción de Trump para que el metal se caliente más y así “desaliente” a quienes intenten escalarlo. El plan incluye medio milla de muro nuevo por día y hasta infraestructura flotante en el Río Grande. Ah, y como bonus: la pintura también ayuda contra el óxido. Una política migratoria patrocinada por Sherwin-Williams.

CORTE DA LUZ VERDE PARA EL FIN DEL TPS.

Una corte federal de apelaciones en San Francisco permitió al gobierno avanzar en la eliminación del estatus de protección temporal (TPS) para unos 60,000 migrantes de Nepal, Honduras y Nicaragua. En números: 7,000 nepalíes ya quedaron fuera desde el 5 de agosto y el turno de 51,000 hondureños y 3,000 nicaragüenses llega en septiembre. Los jueces aceptaron el pedido de emergencia de la administración, aunque defensores de inmigrantes alegan que es ilegal. De “temporal” a “expirable” hay solo un dictamen de distancia.

TRUMP INVIERTE MÁS DE $100 MILLONES EN BONOS.

El presidente compró al menos $103 millones en bonos corporativos y municipales desde que asumió en enero, según nuevas declaraciones éticas. Las compras incluyen deuda de bancos, hospitales y hasta de Meta. Es la primera vez que un presidente hace trading tan activamente mientras define políticas que pueden afectar a esas mismas empresas. Oficialmente dicen que él no maneja nada, pero el calendario suena más a un Wall Street opening que a juramento presidencial.

JUEZ MANTIENE SELLADOS ARCHIVOS DE EPSTEIN.

Richard Berman, un juez de distrito en Nueva York, rechazó abrir los documentos del gran jurado en el caso Jeffrey Epstein, diciendo que no había circunstancias especiales. Los papeles solo incluyen el testimonio de un agente del FBI sin información directa. En teoría, el Departamento de Justicia tiene un trove de archivos y prometió hacerlos públicos, pero por ahora lo que vemos es más candado que transparencia.

ISRAEL INICIA OFENSIVA EN GAZA CITY.

El ejército israelí comenzó este miércoles las primeras fases de su ataque sobre Gaza City y desplegó a 60,000 reservistas más. El gobierno asegura que busca minimizar daños a civiles, aunque los desplazamientos forzados y la crisis de hambre ya son imposibles de ignorar. "Intensificaremos los ataques contra Hamás en la Ciudad de Gaza, bastión político y militar de la organización terrorista", dijo el portavoz militar israelí, Effie Defrin.

TRUMP PIDE LA RENUNCIA DE MIEMBRO DE LA FED.

El presidente exigió la renuncia de Lisa Cook, gobernadora de la Reserva Federal, tras acusaciones de fraude hipotecario. Cook, designada por Biden y con mandato hasta 2038, es la nueva pieza en disputa de la Fed mientras Trump presiona para bajar tasas de interés. Demócratas la respaldaron de inmediato, acusando a la administración de querer convertir a la Fed en un reality show económico donde solo entran quienes dicen “sí, señor presidente”.

UNA PREGUNTA.

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EN PROFUNDIDAD.

LO QUE NO MATA, SE CENSURA.

Cuando un gobierno decide que la historia necesita alinearse con su narrativa, el problema ya no es solo qué se exhibe en un museo, sino quién controla la memoria colectiva. La Casa Blanca habla de “rescatar el orgullo nacional” y de limpiar a los museos de lo que llama un sesgo ideológico. Para muchos, esto no es un debate académico, sino un movimiento político con efectos profundos: reducir la historia a un relato oficial, más cómodo para el poder pero menos útil para entender la realidad. Y en esa tensión —entre memoria completa y memoria editada— se juega hoy parte del futuro cultural de Estados Unidos.

GUERRA CULTURAL

El propio presidente no lo dejó en dudas. En Truth Social escribió que los museos estaban “contaminados por una ideología que odia a nuestro país” y que era hora de “poner fin a la propaganda izquierdista disfrazada de historia”. El mensaje encajó como línea oficial: la cultura también se convirtió en un campo de batalla político, con el arte y la memoria puestos al servicio de un relato de nación fuerte y sin contradicciones.

  • El proyecto de revisión. La administración notificó al Smithsonian que sus contenidos serían sometidos a un proceso de revisión para “garantizar la celebración del excepcionalismo americano y eliminar narrativas divisivas”. En palabras simples: filtrar qué pasado merece ser contado y qué episodios es mejor suavizar. Para Sarah Weicksel, directora de la American Historical Association, esto representa “un riesgo directo a la integridad de la interpretación histórica” y un golpe a la confianza pública en museos que, hasta ahora, estaban entre las instituciones más respetadas del país.

  • La advertencia de los historiadores. Decenas de asociaciones del sector reaccionaron y no para bien. La American Alliance of Museums, que representa a 35,000 profesionales, denunció “amenazas crecientes de censura” y alertó que la medida tendrá un “efecto de enfriamiento” en toda la red de museos. Annette Gordon-Reed, historiadora de Harvard y premio Pulitzer, fue aún un poco más ruda. “Censurar para imponer un relato triunfalista es la antítesis de la práctica histórica. Es un modo de mantener a la gente en la ignorancia sobre lo que realmente pasó”. Y mucha razón ha de tener. 

  • Desde la Casa Blanca defienden la iniciativa como un esfuerzo para unir al país en torno a un relato común y recuperar el espíritu de los padres fundadores. Los voceros insisten en que no se trata de censura, sino de “equilibrar las exhibiciones para que reflejen valores positivos y no solo heridas del pasado”. El problema, como señalan expertos, es que esa búsqueda de equilibrio suele traducirse en restar visibilidad a temas incómodos como la segregación, el colonialismo o la desigualdad racial.

EL IMPACTO MÁS ALLÁ DEL SMITHSONIAN

Aunque el Smithsonian no forma parte del Ejecutivo, su financiamiento federal y su Junta de Regentes, que incluye al vicepresidente, lo dejan expuesto a presiones políticas. En junio, la institución ya había comenzado una revisión propia de contenidos, pero ahora enfrenta la orden de “colaborar constructivamente” con la Casa Blanca.

El riesgo, dicen los expertos, es que esta intervención se replique en museos locales y centros históricos, creando una memoria colectiva adaptada al guion oficial: menos esclavitud y divisiones, más “grit, resilience, perseverance”. O como ironizan algunos académicos: una historia con final feliz, pase lo que pase en el medio.

LO QUE SE DICE
Y LO QUE NO.

UN MUNDO DIVIDIDO (A LO ORWELL)

El panorama global actual puede parecer dominado por la primera plana de líderes como Trump, Putin y Xi, pero la historia real se escribe en la estructura de poder que estos representan. Las grandes potencias están retomando esquemas de influencia que recuerdan a los bloques superestatales de 1984 de George Orwell, aquella novela distópica, donde alianzas, fronteras simbólicas y prioridades estratégicas definen el mundo más que las decisiones de un solo líder. La clave está en cómo estas naciones reorganizan el poder para controlar recursos, mercados y narrativas internacionales.

¿Y cómo se vive esa vigilancia? En Estados Unidos se vive de cerca. Entre redadas, contratos de vigilancia con Palantir, la contratación de 10,000 nuevos agentes de ICE y la tensión que respira en el ambiente Mira el episodio de nuestro Podcast La Vibra Está Rara by Tiempo. 

Volviendo al tema… Rusia, Estados Unidos y China actúan como bloques con agendas diferenciadas pero complementarias en su competencia global. Moscú busca expandir su influencia en Europa y Medio Oriente, Pekín refuerza su control sobre Asia y la Ruta de la Seda, y Washington intenta mantener su hegemonía mediante alianzas estratégicas y militarización selectiva. 

Este repliegue en esferas de influencia y la búsqueda de seguridad económica y política recuerdan los territorios rígidos y las zonas de control del mundo de Orwell donde cada bloque protege su soberanía e intereses por encima de la cooperación global. O sea, cualquier parecido a la realidad es pura coincidencia. 

La economía y la información son herramientas centrales en este esquema. El concepto de “national capitalism”, donde cada país prioriza la autosuficiencia y regula estrictamente sus mercados, refleja la gestión controlada de recursos que Orwell imaginó en su novela. A la par, la manipulación de narrativas, el fortalecimiento de discursos patrióticos y la censura parcial de información son estrategias que consolidan la posición de estos gobiernos en cada lugar, conferencias o foros a los que asistan. 

Aunque la atención mediática se centre en líderes y reuniones emblemáticas (como el summit de Alaska entre Putin y Trump), la tendencia estructural es más significativa: un mundo cada vez más segmentado en bloques de poder con reglas propias, economías protegidas y narrativas dirigidas. Orwell no escribió un manual de política exterior, pero su visión de superestados rivales controlando información y territorios es hoy una lente útil para entender cómo Estados Unidos, Rusia y China delinean sus estrategias en el mundo. 

Redactor: Paola Sardiña | Editor: Marcos Porras | Editor jefe: Marcos Marín